LA PRECARIA IMAGEN DEL CONTROL - Daniel Villegas


LA PRECARIA IMAGEN DEL CONTROL
Daniel Villegas

Los paisajes urbanos de la sobremodernidad, los no lugares analizados por Augé, intercambiables entre si gracias al estilo internacional, recordemos Playtime de Tati, y a la perdida de información derivada del mecanismo de captación de las cámaras de vigilancia de trafico configuran las veduttas contemporáneas de Martinho Costa. Estas vistas metropolitanas encuentran precisamente su sentido más actual en la representación de estos espacios anónimos y especialmente a través de los mecanismos de control tecnológico.

Las tecnologías modernas de control y vigilancia, desarrolladas con el advenimiento del nuevo régimen burgués tal y como nos señala  Foucault, encontraron en el desarrollo del Panóptico de Bentham su instrumento por excelencia. El Panóptico, predecesor de los medios contemporáneos de vigilancia, basaba su extraordinaria eficacia no ya en la vigilancia real de los otros, los celadores de las prisiones, si no en una constante observación del gran Otro que materializado en una construcción arquitectónica, una torre, produce la interiorización de la vigilancia, inhabilitándose los espacios de penumbra que escapaban a su control.

La vigilancia panóptica del gran Otro ha implosionado gracias a nuevas tecnologías en innumerables dispositivos que, a diferencia de la torre benthiana, han perdido cuerpo acorde con el proceso desmaterializador contemporáneo haciéndose presencia únicamente a través de la fantasmagoría de sus imágenes.

Sin embargo, como podemos apreciar en los frames de  las grabaciones de control de trafico con las que trabaja Martinho Costa, encontramos una paradoja en relación con la verosimilitud debido a la precaria calidad de estas imágenes originada por la gran perdida de información que se produce en determinados procesos tecnológicos de comunicación.

En principio, habría un común acuerdo en la relación existente entre la calidad de la imagen, en el sentido de definición, con la experimentación del efecto de verosimilitud, elemento fundamental para sostener el mecanismo de control basado en una vigilancia optima que todo lo ve, estando ambos fenómenos estrechamente ligados; a mayor calidad de imagen le correspondería una sensación igualmente superior de verdad.

No obstante, estas cámaras de vigilancia de las vías publicas, al igual que las de los satélites espías, nos ofrecen imágenes muy poco precisas que sin embargo debido a su naturaleza se nos muestra como absolutamente reales.

Una vez digerida la condición de simulacro, apuntada por Baudrillard, y del todo ficcional, analizada por Augé, de la sociedad tecnológica contemporánea donde las imágenes de alta resolución delatan su hiperrealidad, como se puede inferir de la observación de la fotografía construida de  Gursky o Cottingham, se vuelve a mirar a la representación precaria como sinónimo de realidad refugiándose en los jirones de lo documental.

Del mismo modo, la perdida de información en las comunicaciones de control, que en un análisis apriorístico podría suponer innumerables desventajas, se convierte a la luz del todo–ficción en un instrumento de gran eficacia. Como señala Mirzoeff, en torno a la tecnología visual de vigilancia, la eficacia de estas imágenes no gravita en que produzcan un aumento en la seguridad de los ciudadanos, ejemplificando esta cuestión en el secuestro del pequeño Jamie Bulger grabado por las cámaras de un centro comercial de Liverpool, o que nos ofrezcan un conocimiento de lo que acontece ya que “la visualización de la vida cotidiana no significa que necesariamente conozcamos lo que observamos”.

Entonces, ¿a que responde la ingente cantidad de dispositivos de captación visual que pueblan el espacio contemporáneo? Esta hiperproducción podría estar relacionada, por una parte, con la construcción de un metacuerpo difuso que siempre recuerde la presencia de la visión y el control automatizado y por otra con la obtención de imágenes de carácter documental, tal y como ya se ha señalado, sobre las que proyectar ficciones a conveniencia.


En este sentido, se podrían recordar aquellas imágenes que durante la precampaña bélica de la Segunda Guerra del Golfo mostró Colin Powell para demostrar la existencia en Irak de armas de destrucción masiva. Estas imágenes donde apenas se podía apreciar unos hangares y algunos vehículos sostenían una ficción que a modo de textos explicativos mediaban entre las imágenes de lo real y el mundo. Así quien controla la difusión y lo que es más importante ostenta la legitimidad interpretativa de esas imágenes, que por su falta de concisión informativa necesitan de ser interpretadas, tiene el poder de construir realidad en las coordenadas del todo ficcional contemporáneo.

La arbitrariedad interpretativa necesita de imágenes precarias donde el aparato de ficción previa a las mismas encuentre un continente suficientemente flexible y a la altura de una de las máximas más gloriosas del poder demoliberal; “La ausencia de pruebas no prueba la ausencia” Donald Rumsfeld dixit.